Sopa de zanahoria al curry

La razón principal por la que me empezó a gustar la cocina, no fue por un tema de amor a la buena comida… sino por un desprecio indescriptible —preocupante y exagerado— hacia la mala.

Todo empezó con los servicios de catering en las fiestas infantiles, y con los “menús de niño”, que consistían principalmente en pasta sobrecocida y sopas diluidas con litros de leche. “¡Wow! ¡Está riquísima esta pasta!” decían los niños que veían a la frase “al-dente” como un lenguaje desconocido perteneciente al mundo adulto. Mientras que yo, claro, sonreía en silencio… tratando de tragar los kilos de crema y fondant que provocaban reacciones químicas poco deseadas en mi cuerpo infantil.

Con el tiempo, tomé la decisión de que nunca más aceptaría una de esas sopas de zanahoria con sabor a crema y after-taste a refrigeración. Nunca. Decidí dirigir mi vida hacia un camino más poético, más romántico y más placentero en todos los sentidos… cuidar lo que entra en mi cuerpo, apreciar los momentos que valen la pena. Así empezó mi pasión por la cocina. Y así fui entrenando mi sazón para cerciorarme de que todo aquel que probara mis platos lograra entender la diferencia entre una mala sopa y una buena sopa, entre una pasta aguada y una pasta al-dente, y entre un estilo de vida promedio y un estilo de vida apasionante.