Pimientos con ensalada mediterránea

Sofía era la típica del grupo que siempre estaba a dieta. Podía recitarte los mil y un régimenes en los que había sometido a su cuerpo con la esperanza de adelgazar esas piernas de jamón que ya veía como caso perdido. Ya no sabía a quién creerle, pues algunas dietas afirmaban que el consumo de grasas y el desprecio por los carbohidratos eran la clave para tener una figura esbelta; otras hacían que sus clientas repitieran el mantra “el glúten es malo” todas las noches antes de acostarse; y otras, las destinadas a los pobres que paden por una ambición hinchada y una ignorancia inflamada, garantizaban que por dos meses de tomar jugos, todos sus problemas en el trabajo, en la amistad y en el amor pasarían a ser los escritos de un diario olvidado.

Por eso se infartó cuando vio que María preparaba sus pimientos con ensalada mediterránea. La idea de ingerir pasta de trigo y lácteos en una misma comida lograba disparatar todo su equilibrio mental y terminaba por causarle un ataque de ansiedad.

María, quién había preparado el plato con la ilusión de seguir la famosa dieta mediterránea, estaba desconcertada por el estrés de su amiga. En un esfuerzo precipitado por calmarla, le dijo a tono alzado que los cubos de la ensalada no eran mozzarella, sino tofu; y que la pasta en forma de cebada era libre de glúten. Sofía levantó la mirada y le cambiaron los ojos, pues en la última cadena de Whatsapp que había leído, vendían al tofu como el talismán perdido para adelgazar esas terribles piernas de jamón. Se sentó a comer y disfrutó cada bocado sin pensarlo dos veces. María la observaba con satisfacción, agradecida por estar rodeada de puras amigas sanas… pues Sofía le había demostrado que no era ni intolerante a la lactosa, ni celíaca.